"(...) Y AHORA, LA ULTIMA IMAGEN: EN EL PUÑO UNA ROSA; EL PUÑO PARA EL COMBATE, LA ROSA PARA LA FELICIDAD"



26/12/10

ESTUDIEMOS NUESTRA HISTORIA

ESTUDIEMOS NUESTRA HISTORIA

Álvaro Díez Cárcamo
Profesor del Colegio Menesiano de Santo Domingo

Para Alberto Loma

Como cada 14 de abril desde hace tiempo, cientos de personas se reúnen para celebrar la proclamación de la IIª República española, hace ya 79 años. Un día de reconocimiento y de exaltación de un período de la historia de España que, por desgracia, muchos se empeñan en oscurecer, en mantenerlo en el olvido, en criticarlo, pensando que, de tal manera, lo ocurrido durante aquellos largos 5 años, desaparecerá para siempre de la memoria colectiva de muchos españoles.

Ciertamente, me sorprende la presencia de muchos jóvenes manifestando su adhesión y su simpatía por un régimen político que no vivieron y que, en ocasiones, ni siquiera saben de qué se trata. No es que sea algo aplicable a todos, pues existen numerosos jóvenes que, por iniciativa propia, por interés, por incitación de padres, amigos, profesores…, o simplemente por cultura general, por conocer la historia de su país, han leído e investigado sobre la IIª República y lo que significó para España su instauración en la década de los años 30 del siglo pasado. Hago este comentario por que, si uno se acerca a los libros de texto de los alumnos de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), descubre, no con cierta indignación, que los temas referidos a la España contemporánea, o más concretamente a la España de la IIª República y la Guerra Civil, sólo abarcan un tema, es decir, unas 12 páginas, en los mejores de los casos, con fotos y actividades, en los que se pretende resumir 40 años de la historia más reciente de nuestro país.

Así, no es de sorprender que nuestros jóvenes, los que no nos cansamos de repetir, van a ser el futuro de nuestro país, manifiesten una clara apatía por la política y por la historia de su país, vuelvo a decir, en general, ya que sigue habiendo sus excepciones. De las pocas cosas que nosotros podemos dejar en herencia a los que vienen detrás, una educación, una actitud crítica y objetiva de la vida, les estamos privando de una parte importante de ella, ofreciéndoles una visión sesgada y reducida de la historia de nuestro país. ¿Sucede esto mismo en otros países? Se trata sólo de historia, no de adoctrinamiento ni de propaganda política. Hasta que estas ideas absurdas no se olviden ni se dejen de lado, la educación, los conocimientos sobre unos años claves de nuestra historia seguirán siendo vistos como algo oculto por una neblina, que es mejor no atravesar.

Nadie va a negar ahora, pasados los años, que la República expresó una clara aversión hacia los curas y la Iglesia, que prohibieron algunas órdenes religiosas, que mantuvieron la separación entre la Iglesia y el Estado y que, durante la posterior Guerra Civil, los republicanos, también mataron a los combatientes sublevados del bando nacional. Esas cosas sucedieron y no hay que avergonzarse por ello, sino aceptarlas y evitar que se puedan volver a suceder. Pero también es cierto que la República hizo cosas enormes. Hoy, cumplida casi una década del siglo XXI, nos sorprende que Barack Obama pretenda implantar en su país una cobertura médica gratuita o que pretenda evitar el grado de analfabetismo y absentismo escolar que hay en su país. Por motivos como estos, Obama es considerado un gran hombre. Pues bien, hace casi 80 años, sin los medios de los que se dispone ahora, aquellas personas que enarbolaron la bandera tricolor, se propusieron los mismos retos, los mismos objetivos, dar al pueblo educación, cultura, servicios…, una vida mejor, un futuro mejor, una Constitución que recogía estos derechos y deberes de un pueblo necesitado de estos grandes cambios.

Por eso, cuando veo a la gente expresar sus deseos de una Tercera República, de que ha llegado el momento del cambio político en España, me pregunto si son conscientes de lo que eso supone. Por ello, cuando veo gente que sigue defendiendo y evitando que caigan en el olvido a los llamados “maestros de la República”, cuando sigue habiendo gente que lucha por mantener vivo el recuerdo de los militares republicanos que lucharon contra aquellos que se levantaron contra su país en un Golpe de Estado, creo que la lucha sigue aún abierta. Que aún merece la pena defender esa idea, esos años, a esas personas que, a pesar de las dificultades, dieron su vida por un ideal libertario y de paz.



Esperemos que nuestros alumnos sientan la curiosidad de investigar sobre los acontecimientos de aquella época, que sean ellos mismos quienes saquen sus propias conclusiones, que ellos decidan sobre su futuro, pero que no se les prive en esos centros de pensamiento libre que deben ser los colegios, de esa posibilidad. No olvidemos que una opinión equivocada puede ser tolerada donde la razón es libre de combatirla.

25/12/10

EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI


Tras la caída del Muro de Berlín, muchos pusieron en duda la pervivencia del llamado socialismo real y hoy, a principios del siglo XXI, el futuro del socialismo queda en entredicho. Tras ese acontecimiento se han reforzado los argumentos de que el socialismo no puede existir, ni en el mundo presente, ni como ideal. Aunque era necesario celebrar el fin de la Unión Soviética, como estado autoritario, su caída, y su fracaso significó un gran revés para el socialismo, ya que la idea de esa sociedad basada en la igualdad podía ser algo más que un sueño.
Lo que ocurre es que nuestro código para interpretar la realidad es diferente, es un código que ha sido heredado de una sociedad distinta y que eso es un impedimento y una dificultad añadida para encajarlo en la compresión de esta nueva sociedad. Tendemos a confundir una ideología con una coraza, la cuál nos protege ante la falta de ideas existentes, y que tras ese discurso lleno de ideas utópicas, no hay nada.

Un problema clave para los socialistas de nuestros días es el de la moral: mantener un punto de vista objetivo, entender cuán breve es el espacio de unos años para la historia humana, recordar cuán continua ha sido la lucha de la humanidad contra la desigualdad y la injusticia y darse cuenta de lo duraderos que son los problemas que viene planteando el ideal socialista desde hace doscientos años. Quienes con trompetas y tambores han proclamado la victoria definitiva del capitalismo, o el fin de la historia, revelan sólo su propia visión de la realidad, su propia miopía. Quizá haya ganado el capitalismo, pero sin duda es demasiado pronto para decirlo.

El socialismo se ha planteado como una posible solución a la llamada «democracia deliberativa», es decir, aquella que se plantea pensar y diseñar el futuro en el umbral de una nueva época, la de la revolución tecnológica. El problema de la universalización del capitalismo liberal ya no es un fantasma que se cierne sobre el futuro, sino un hecho que se impone en estos momentos. En el actual discurso socialista se mezclan valores como la democracia, la solidaridad, igualdad, utopía y razón, junto con la necesidad urgente de contemplar la nueva realidad con una nueva mirada para poderla comprender.

El socialismo en el siglo XXI tiene que ser, en primer lugar, democracia. Si no se alcanza esta máxima, difícilmente se puede llamar uno socialista. Además, se debe ser solidario, dejar de mirarse al ombligo, de ser socialista en un primer mundo, y dedicar energías a trabajar por el cuarto mundo y por los países en vías de desarrollo.

Lo primero que se debe de mantener, de cara al futuro, es lo que se ha logrado hasta ahora, por ejemplo, el Estado social, los servicios públicos, la redistribución de la riqueza, el mantener las oportunidades abiertas para la gente a través de la educación, cubrir el desempleo. No se pueden reducir las desigualdades en el mundo, no se pueden afrontar los enormes desafíos medioambientales, o no se puede organizar un diálogo entre culturas y civilizaciones, si no existen instituciones que representen a los ciudadanos y que traspasen las fronteras del Estado-nación.

Vivimos en el mundo de la globalización, donde las fronteras desaparecen y los problemas que se nos plantean vienen desde una perspectiva supranacional, desde el medio ambiente hasta la inmigración, sin olvidar el terrorismo, el reforzamiento del Estado del Bienestar. Por eso, uno de los desafíos del socialismo del siglo XXI es el de extender este modelo de democracia y de sociedad política, de ciudadanía, no sólo en los estado democráticos europeos, sino expandirlo a un ámbito global, a un ámbito mundial.

Las señas de identidad propias del socialismo originario son las mismas que deben de mantenerse en estos momentos: la emancipación de los seres humanos, la no dependencia de los seres humanos entre unos y otros, que se posea una función equilibrada, igualitaria de la sociedad y del ser humano.

Lo más importante es que, enfrentándose al pesimismo y a los mensajes catastrofistas que proliferan en estos momentos, se permita llegar a la conclusión de que la esperanza es todavía posible. Existen muchas razones para creer que, como dijo Marx, la historia humana real aún no ha empezado.

Para acabar, esta frase de Henry Geoge (inspirador de la filosofía y la ideología económica conocida como georgismo): "El socialismo no es en modo alguno el enemigo de la civilización. Lo único que quiere es extender la civilización a toda la humanidad. Bajo el capitalismo la civilización es el monopolio de una minoría privilegiada».