"(...) Y AHORA, LA ULTIMA IMAGEN: EN EL PUÑO UNA ROSA; EL PUÑO PARA EL COMBATE, LA ROSA PARA LA FELICIDAD"



28/8/11

SIN RESPUESTAS

Se han celebrado en Madrid las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) con la presencia del actual Papa Benedicto XVI, cuyo resultado ha sido, según las diversas informaciones o especulaciones aparecidas en los medios, importantes, para mayor gloria de su organizador, Monseñor Rouco Varela. El Papa estuvo en la capital española como el representante de Dios en la tierra, por lo que, su visita, careció de oficialidad, es decir, no vino de visita oficial a España, como líder político del Estado vaticano, sino que su visita fue privada, en calidad de Pontífice Máximo de la Iglesia y aún así, una visita de esta índole, con estas características, con supuestos actos privados y para un público en concreto, ocupó libremente plazas y lugares públicos de la capital madrileña, situación que, hasta hace unos días era impensable para el movimiento 15-M. Recordemos que España es un Estado aconfesional y, por lo tanto, la celebración de este tipo de actos en lugares públicos, debiera de estar, cuanto menos sujeta a las mismas condiciones para todos.

En esta visita papal no se han escuchado aquellas famosas palabras de “dejad que los niños se acerquen a mi”, puesto que eso ha derivado en graves casos de pederastia, casos que han sido silenciados con millones de euros, de dónde surge la pregunta del origen de esos montantes y por qué ese dinero no se ha utilizado en satisfacer las necesidades de los más desfavorecidos, más aún cuando vemos últimamente las imágenes de la situación en el cuerno de África, o más de cerca, la situación que nos rodea en nuestras calles, barrios, ciudades… Quizás sea hora de volver a releer las Sagradas Escrituras y adecuarlas a los nuevos tiempos, en los que la sociedad no es analfabeta y la Iglesia no puede manipularla como en tiempos pretéritos. Por cierto, a esos pederastias de la Iglesia, ¿cuando se les va a juzgar? ¿Cuándo irán a la cárcel? A lo más que se les hace es sacarlos de su comunidad y enviarla a otra. Sin embargo, Benedicto XVI no ha respondido ni ha hecho mención de estos casos a los jóvenes y no tan jóvenes que se han congregado para oír al Santo padre sobre cuestiones de primer orden que afectan a la Iglesia y a sus seguidores.

Tampoco se ha hecho comentario alguno entre una ciudadanía en plenas vacaciones sobre situaciones inauditas que se han producido en esta visita. Entiendo como en una época de crisis, cuando miles de familias españolas están malviviendo y algunas lo hacen con una dignidad por encima de cualquier crítica, ven con buenos ojos que se gasten sumas ingentes de dinero para la llegada y la celebración de estas jornadas. Más que una celebración religiosa, cada vista papal se convierte en un juego de marketing, dónde lo único que importa es cuanto dinero van a poder sacar los comerciantes, hosteleros y vendedores de la zona más que de escuchar las cuestiones religiosas que el Papa de turno pueda ofrecer, que son, por desgracia, cada vez menos religiosas y más políticas, algo indignante, ya que si un ciudadano de a pie no puede opinar ni escribir sobre teología o cuestionar la existencia de Jesús, por que no es un miembro de la Iglesia, ésta misma no debiera de inmiscuirse en los asuntos políticos ni sociales. La Iglesia, cuyo deber es el de mantener los designios y las palabras de sus antecesores, se convierte casi más en el látigo castigador de los gobiernos que elaboran medidas sociales que van en contra de sus intereses, manifestando una intolerancia impropia de ellos y opinando de cuestiones sociales, cuando está claro que Iglesia y Estado son dos cosas diferentes.

Tampoco se ha escuchado a Benedicto XVI explicar y condenar los atentados de Oslo provocados por un ciudadano cristiano y sí lo hacen cuando el que asesina es un ciudadano de origen pakistaní, iraní, irakí…, es decir de religión musulmana. A este ciudadano noruego se lo conoce por su xenofobia, racismo, ser ultraderechista y nacionalista, pero se obvia que es cristiano y nadie lo ha criticado. Bendita tolerancia.

Tampoco he llegado a comprender esa rebaja en los precios de los billetes que la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid va a hacer a los peregrinos y familias que acudan a estas Jornadas. ¿No se pide igualdad en el trato? ¿No es la Iglesia la que habla de respeto y tolerancia? ¿Dónde ha quedado lo de la otra mejilla? Si a los ciudadanos españoles, no creyentes, católicos, apostatas, nos ha costado dinero la venida del Papa, siendo una celebración privada, no es normal que se beneficie a aquellos que vienen a participar activamente en estas jornadas, imbuidos de un espíritu totalmente respetable, pero que, quizá, debieran dejar de mirar a través de las cataratas de sus ojos y abrirse a la verdadera realidad, no sólo de los jóvenes, sino de la Iglesia y del mundo. Se debe de respetar cualquier acto de fe, independientemente de la religión que sea, pues lo que debe de primar por encima de cualquier fundamentalismo y los hay en todas, es el respeto, la ayuda a los más desfavorecidos y la búsqueda de la paz. La idea de “poner la otra mejilla” ha perdido todo el simbolismo que tenía, pues aquellos que más ejemplo deben dar a diario de las Escrituras, se olvidan de hacerlo, pensando más en el beneficio propio que en las necesidades espirituales o no de sus congregaciones.

De igual modo, que se critique una manifestación de un grupo ciudadano laico ante la llegada del Papa me parece impropio de una sociedad democrática, donde la libertad de expresión es uno de sus principales valores. De nuevo la intolerancia manifiesta choca contra los valores que supuestamente representa la Iglesia. Se habla de posibles choques entre ambos bandos, incluso de altercados. Pero, ¿por parte de quién? ¿De aquellos que consideran esta religión la única, la verdadera? ¿De aquellos que, en su nombre, se ha matado se mata y se matará? Si la Iglesia se centrase en lo que le corresponde y dejase al margen cuestiones en las que no debe inmiscuirse, si se preocupara más de velar por las ideas primigenias de la religión en vez de subir los precios de museos, catedrales o del Vaticano, si condenasen cualquiera de los abusos cometidos y si se enorgulleciesen de aquellos eclesiásticos que dan su vida en regiones tan violentas como África, Latinoamérica, Asia…, quizás la gente comprendiera y se mostrara más flexible ante este tipo de situaciones.

Ya lo decía el famoso político y escritos irlandés Jonathan Swift: “Tenemos bastante religión para odiarnos unos a otros, pero no la bastante para amarnos”. Que la religión, independientemente de cual sea, nos permita hacer de este mundo un lugar mejor, basado en la tolerancia y el respeto y recordemos esta frase: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 21). Es decir, la Iglesia que se centre en sus cuestiones y no inoportune al Estado y viceversa, la base de esta relación debe ser el respeto y tras tantos siglos de luchas, ya va tocando hora de que se haga realidad.